7.2.10

Sabiduría de un pobre. Eloi Leclerc


No se trata de una biografía de San Francisco de Asis, sino de un acercamiento al sufrimiento interior del Santo en un momento muy concreto de su vida: cuando las enfermedades y la crisis de crecimiento de la Orden por él fundada lo introduce en una noche oscura de despojamiento y purificación. Un relato del que todos tenemos algo que aprender, o reaprender mejor dicho.

En el prefacio, el autor nos destapa las claves de la lectura:

"La palabra mas terrible que haya sido pronunciada contra nuestro tiempo es quizá ésta: «Hemos perdido la ingenuidad.» Decir eso no es condenar necesariamente el progreso de las ciencias y de las técnicas de que está tan orgulloso nuestro mundo. El progreso es en sí admirable. Pero es reconocer que este progreso no se ha realizado sin una pérdida considerable en en plano humano. El hombre, enorgullecido de su ciencia y de sus técnicas, ha perdido algo de su simplicidad.

Apresurémonos a decir que no había solamente candor y simplicidad en nuestros padres. El cristianismo había asumido la vieja sabiduría campesina y natural nacida al contacto del hombre con la tierra. Había, sin duda, todavía mucho más de tierra que de cristianismo en muchos de nuestros mayores. Más de pesadez que de gracia. Pero el hombre tenía entonces raíces poderosas.

Los impulsos de la fe, como las fidelidades humanas, se apoyan sobre adhesiones vitales e instintivas particularmente fuertes. Y no estaban de ningún modo sacudidas o enervadas. El hombre participaba del mundo, ingenuamente.

Al perder esta «ingenuidad», el hombre ha perdido también el secreto de la felicidad. Toda su ciencia y todas sus técnicas le dejan inquieto y solo. Solo ante la muerte. Solo ante sus infidelidades y las de los otros, en medio del gran rebaño humano. Solo en los encuentros con sus demonios, que no le han desertado. En algunas horas de lucidez el hombre comprende que nada, absolutamente nada, podrá darle una alegre y profunda confianza en la vida, a menos que recurra a una fuente que sea al mismo tiempo una vuelta al espíritu de infancia. La palabra del Evangelio no ha aparecido jamás tan cargada de verdad humana: «Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos.» "

Sinceramente ninguna parte del libro tien desprecio. En cada palabra, en cada línea, entre ellas y por todas partes hay un mensaje que se destila más allá de carácteres negros escritos sobre fondo blanco. Os dejo aquí una pequeña muestra para que saquéis vuestras própias conclusiones:

"En el invierno la vida es dura en las ermitas de la montaña. La soledad se hace más grande todavía y más temible también. El hombre se queda solo donde todo rastro de vida se ha borrado. Solo con sus pensamientos y sus deseos. Desgraciado entonces del que ha venido a la soledad sin haber sido empujado por el Espíritu. Durante días enteros, grises y fríos, el solitario tiene que quedarse encerrado en su celda. Afuera la nieve cubre todos los senderos o lo empapa todo una lluvia glacial. El hombre está solo ante Dios, sin escapada posible, sin libros para distraerle, nadie que le mire o le anime. Se encuentra siempre vuelto a sí mismo. A su Dios o a sus demonios. Reza. Y, a veces, también escucha lo que pasa fuera. No es un canto de pájaros lo que oye, sino el silbido del vientoque sopla sobre la nieve. Tiembla de frío. No ha comido quizá desde por la mañana, y se pregunta si los hermanos que han salido para mendigar le traerán algo.

Cuando el hombre tiene frío se encoge sobre sí mismo, como un animal, y, a veces, en lugar de meditar, murmura y blasfema. El invierno es siempreduro para los pobres. Su techo es demasiado ligero o está demasiado roto y deja pasar el viento frío. El cierzo agrio se cuela dentro, hasta el corazón, que se pone a temblar con desamparo.

Por mucho que se haya querido la pobreza y ser duro y resistente como la roca, puede ser que la mordedura del frío sea más fuerte y que haga agrietarse la misma piedra. entonces insidiosamente habla la tentación. Y su lenguaje es el del buen sentido: «Bueno, ¿y a qué tanto sufrir? ¿No es una pura locura obstinarse inútilmente en padecer hambre y frío? Es verdaderamente necesario retirarse a un agujero siniestro para servir al Señor?»

Pero en almas más delicadas la tentación puede tomar otro aspecto más noble y más puro que el del vulgar buen sentido: el de la santidad misma."


" -Pero en el mundo -contestó Tancredo- están también la falta y el mal. No podemos dejar de verlos y en su presencia no tenemos derecho a permanecer indiferentes. Desgraciados de nosotros si, por nuestro silencio o nuestra inacción, los malos se endurecen en su malicia y triunfan.

-Es verdad; no tenemos derecho a permanecer indiferentes ante el mal y el pecado- respondió Francisco-, pero tampoco debemos irritarnos y turbarnos. Nuestra turbación y nuestra irritación no pueden más que herir la caridad en nosotros mismos y en los otros. Nos es preciso aprender a ver el mal y el pecado como Dios lo ve. Eso es precisamente lo difícil, porque donde nosotros vemos naturalmente una falta a condenar y a castigar, Dios ve primeramente una miseria a socorrer. El Todopoderoso es también el más dulce de los seres, el más paciente."


Gracias Lolo por compartir conmigo, este libro (hará ya unos 3 o 4 años), parte del camino y tantas otras cosas... a los demás, a los que no lo habéis leido, esta es mi humilde recomendación.

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