8 -15 de Julio de 2009.
Volvamos atrás en en tiempo, bueno, tan solo 3 meses atrás. Al momento en que, por asuntos que ahora no nos atañen, acabé yendo, casi de forma improvisada, al Festival do Mundo Celta de Ortigueira. Un festival del que me habían hablado mucho y muy bien, sobretodo mis amistades gallegas.
Vuelo a Oporto (Ryanair), bus (Autuna) hasta la Coruña con el conductor de los trapicheos (billete de extraperlo), otro bus (Arriva) hasta Ferrol y un último (Arrna) hasta Ortigueira. Como la zona de acampada está a 15 min. andando del pueblo, compro provisiones pa la noche. El mini-super está hasta las cejas de gente. Consigo pan, vino, tomates y un plátano, pago y empiezo a subir hacia la zona de acampada.
La primera visión del lugar es genial, un precioso pinar, una la islita enfrente de la playa... el cielo lleno de nubes. Alcanzo las primeras tiendas e intento contactar con Chapu, el único de mis amigos que ya está aquí instalado. Tras un rato de locura intentando encontrarle en mitad del caos de tiendas, toldos, hippies, fiesteros, punkies, folkis, perros y demás atrezzo característico de cualquier festival que se precie, doy con él y su tienda. Me cede un laillo donde pasar las noches... o los días.
Dejo allí las cosas y cojo lo imprescindible. Los conciertos (todos gratuïtos) no empiezan hasta mañana por la noche. Me doy una vuelta por el lugar, empieza a oscurecer y ceno en la playa... Disfruto de ese rato de soledad, sin prisa ni obligación ninguna, observando y escuchando el mar, y gozando del bonito paisaje que poco a poco va fundiendo a negro ante mis ojos.
Paseo por el centro neurálgico de la acampada, esto es el lugar dónde las farolas iluminan una pasarela de madera por entre medio del pinar. Allí, a lado y lado, se montan tenderetes de artesanía, comida, ropa, bebida y lo que se os pueda pasar por la cabeza. La mayoría son gente que viene al festival y se sacan unas perras para seguir rulando o para pagarse los gastos del viaje. También los hay que vienen a hacer negocio.
Si por el día la acampada ya es, por decirlo de alguna forma, pintoresca, por la noche todo se vuelve aún más caotico y extraño. De golpe desde un lado de la multitudinaria acampada se oye la gente gritar y poco a poco el grito se acerca recorriendo de lado a lado el lugar. Es como la típica "ola" que pueden protagonizar un grupo de aficionados mientras corean a su equipo, pero en versión grito. Eso en mitad de la noche, con todo de hogueras encendidas y gente a su alrededor pillando pelotazo con alcohol, hachís, setas y cualquier droga que se os ocurra, pues es, como mínimo, un tanto surrealista. Por mi parte obsrevo el espectáculo, me fumo mis trucados, le pego unos tragos a mi vino, hablo con extraños personajes que deambula por allí, y a eso de la 1 me voy a sobar.
Al día siguiente la voz grave y la risa de tripi del vecino de tienda no me deja dormir más. Bajo al pueblo a por desayuno. Me zampo una empanadilla de atún y una napolitana. Me encanta como las hacen aquí en Galicia, me recuerdan a las de cuando era un crío. Doy una vuelta por el pueblo y saco algunas fotos. Veo como están montando escenarios y barras para esta noche.
Vuelvo a la Playa do Morouzos, donde está la acampada, pero pasando por el camino largo, eso es recoriendo el paseo marítimo que voltea por la izquierda todo el cabo. Son 3'5 km. de un curioso paisaje marítimo marcado por las mareas, dónde no se sabe muy bien dónde acaba el mar y dónde empieza la tierra o viceversa. Todo el lugar está declarado parque de interés natural y de hecho representa que es un lugar protegido... no se entiende muy bien porqué se permite la acampada aquí... pero supongo que después de 27 años haciéndolo cualquiera les dice que no, aparte de los lógicos intereses económicos, pues el festival ha llegado a registrar la asistencia de casi 100.000 visitantes por edición. Pero volviendo al paisaje natural, la fauna y flora de la zona son, como mínimo, sorprendentes... e inéditos para mí, claro.
Tras la caminata me pego mi segundo bañito en las Rias Altas (la primera fué en laCoruña 2 años atrás). Se unen aquí el oceáno Atlántico y el mar Cantábrico y esperemos que en esta playa no haya fanecas. A pesar de alguna ocasional nube, hace sol y calor. El chapuzón me abre el apetito y me como un plato de paella vegetal por tres leuros, el cheff y camarero, allí presente, me comenta lo que le ha echado. Esta rica, me la como aposentado en un repecho desde dónde se ve gran parte de la acampada... y más gente que va llegando. Estamos a jueves y hoy esto ya empieza a ponerse más interesante. Espero que no tarden en llegar mis colegas... Miguel, Marie, Andrea, Javi... el festival mola, pero compartirlo estaría mucho mejor, además parece que todo el mundo viene con su grupo de amigos, se reunen alrededor de la hoguera y hablan de sus cosas.
Como tengo toda la tarde por delante y tengo ganas de descansar un rato, recojo algo de madera y me monto mi hoguera. "La televisión de la naturaleza" como diría un amigo. Con las brasas me tuesto algo de pan de ayer... bien rico. Al rato me bajo para el pueblo, a cenar y ver los conciertos. Ya está activo el servicio de atobuses gratuitos; van de la acampada al pueblo y al revés. Una vez en el pueblo me compro unas latas en el super y veo pasar a las bandas tradicionales, a un grupo del pueblo que baila muñeiras y tal y alguna otra actuación del folklore de la tierra.
Más tarde me doy una vuelta por los puestos de artesanía, que aquí están "los oficiales". Charlo con unos chavales que importan y diseñan ropa desde la India, otro hombre que hace figuras de forja a partir de viejos clavos de herrero, y finalmente, largo y tendido, con un hombre que ha estudiado el mísmo ciclo formativo de escultura que yo, pero que tiene 25 años más. Una de las mejores charlas que recuerdo del festival... el hombre tenía una ilusión por lo que hacía... después de años y años trabajando en algo que no le gustaba ni por asomo, lo que es la vida!
Cerca de dónde están apunto de empezar los conciertos, en el espigón del faro, me siento a comer. Al lado un par de gallegos me saludan y me preguntan que tal, les pido si tienen pan porque me estoy comiendo los pimientos del piquillo a palo seco, y para mí sorpresa me sacan unso bollos de pan y me los dan. Se sientan a mi vera y charlamos un rato, me preguntan si soy "del camino", y les digo que no, pero que algún día lo seré. Llevan viniendo al festival más de 20 años y me cuentan lo que ha cambiado... sobretodo la acampada y la gente... pero les sigue gustando venir a los conciertos y la fusión que se hace hoy día en algunos de los grupos.
Empiezan los conciertos, bailo por allí, hago el memo y tal... y conozco a Jose y a Abel. Dos chavales mu majos con los que bromeo y acabamos viendo todos los conciertos juntos. Me apunto con ellos al Caracas, lugar típico dónde por estas fechas se juntan algunos músicos e improvisan ritmos celtas. Marchamos de vuelta a la acampada, pero no cogemos el bus porque Jose tiene una perra, la Cuerpo. La pasamos a buscar por la furgo y andando pa la Playa de Morouzos. Ya empiezan las primeras luces del día cuando me despido de ellos y me acuesto en el rinconcillo de la tienda de Chapu.
Me levanto, desayuno, me pego una zambullida en el mar y al rato voy a ver como empiezan el día estos dos. Jose y Abel han montado un puestecillo de comida en la pasarela de madera, "centro neurálgico" como os comentaba antes, y van preparando distintos platos y vendiéndolos. El dinero que sacan les ayuda a pagarse el viaje.
Les hecho una mano a encender el fuego, a preparar la paella vegetal, fumamos, charlamos, como un cuscús riquísimo y bebo un gazpacho increible (necesitaba ya una dosis de comida sana y casera). Gente como ellos són los que te dan ganas de seguir adelante, de pensar que no todo está podrido y que realmente la gente podría hacer bellisimas cosas si se ayudara más entre sí. Gente que no va de nada, que está contenta de cómo és y de lo que hace, que se abre y es amable con los demás. Gente que va por la vida tranquila, respirando en vez de ahogados por pensar demasiado en sí mismos y en llegar a alguna parte para ser los primeros. Cuando más les voy conociendo más bien me caen. Jamás me hubiera pensado encontrar a dos personas de tamaña "calidad humana" por mera casualidad, sin conocerlas de nada.
Charlamos y conocemos también a los vecinos y vecinas de tenderetes. Y por fín aparecen mis amigos... Miguelón y Marie! Por vecinas tenemos a Jana y Esther, dos chicas de la sierra de Madrid que vendían unos gorros de fieltro de colores muy chulos además de alguna que otra cosilla. Con ellas también tuve la ocasión de hablar largo y tendido, entre cliente y cliente, mas majas que todo!
A partir de la noche del viernes los recuerdos y los hechos empiezan a enturbiarse un poco en mi mente (mejor no preguntéis el porqué). Sé que los conciertos del viernes no estuvieron tan chulos, pero lo pasamos igualmente muy bien, con licorcafé casero de por medio y tal.
El sábado al mediodía fué un día de mar; rocas y mar. Fuí a la islita con Chapu y Miguelón a pescar... y más que nada pesqué una quemadura de piel bastante considerable... pero bueno, lo pasamos bien y probé por primera vez los percebes!
Por la noche más conciertos... con grupos que animaron mucho más que el día anterior. Volvimos a beber, bailar y todas esas cosas que se hacen por fiestas. Al día siguiente gran parte de la gente se marchaba del lugar. Era domingo y a pesar de que aún había conciertos esa mísma noche, muchos trabajaban al día siguiente. Se iban dejando detrás de sí inmensas cantidades de basura. La verdad es que es una de las imágenes que menos me gustó del festival. Todo de plásticos tirados en mitad de un espacio natural protegido... Parece mentida que la gente pueda ser tan inconsciente y sucia... con lo poco que cuesta hacer unas bolsas de basura y llevarla hasta el contenedor. Por no cargar con peso la gente dejaba allí de todo: tiendas enteras, sacos, esterillas, comida, y demás cosas que luego iban recogiendo algunos otros. Recordé mis dotes de reciclador de comida y aproveché para reciclarme comida para el lunes y para el viaje.
El domingo en el puesto de comida fué bastante más distendido, menos gente pero igual de hambrienta. Se sentaron allí con nosotros dos chicos y una chica músicos, y nos regalaron alguna que otra canción. Fué un momento muy chulo. Abel y Jose me contaban que eso era antes el festival, que ese era su espíritu, y no todas esas carpas "rave" y demás.
El lunes más gente que marcha, cada vez somos menos. Ahora se vé más basura por el suelo que tiendas de campaña. Bajo con Abel al pueblo, él a acompañar a sus amigos a coger el coche y yo a buscar un ordenador con Internet para consultar los transportes de vuelta a Oporto. La biblioteca resulta cerrada pero preguntando encuentro un ciber abierto. Me apunto los horarios y me reencuentro con Abel para subir a la Playa de Morouzos.
Hoy es día de relax (como si no lo hubieran sido los anteriores, jejeje), hacemos un té, nos bañamos en la playa, hacemos volar la cometa de Abel, jugamos con la Cuerpo lanzándole el frisby, tomamos mate, charlamos con un biólogo que se dedica a avistar cetáceos... lo normal de todos los días de relax.
Y sí el día estuvo bien, la noche aún mejor... quizá la noche más rara de mi vida. Todo empezó con un té haciéndose en una hoguerilla y el sol poniéndose por detrás de las montañas. Con la noche llegó el frío y las hogueras a lo largo del campamento eran un punto de encuentro. Extraños personajes las iban recorriendo buscando un lugar dónde calentarse, charlar y quizá encontrar algo que repiñar, ya fuera, comida, bebida o substáncias psicotrópicas. Conocímos allí al fanecas blanco... buff, pero antes de contaros eso debería contaros que la Cuerpo estaba en celo y que todos los perros querían montarla y... buff, una historia demasiao larga... ya os la contaré en otra ocasión. Volvamos: al fanecas blanco, a su peculiar dueño, al poeta, a la chica de República Checa con su perro-espectáculo, a las rosquillas de maría, al personaje del colgante... en fin, surrealismo puro hasta el amanecer. No pude más con mi alma, por el cansancio... los días de fiesta, sol y suelo como cama estaban pasando factura. Jose y Abel me prestaron una de sus tiendas, pues Chapu ya recogió la suya el lunes por la mañana. Fuí y me acosté.
Al día siguiente, a eso de las 10 el sol ya pegaba fuerte y me desperté de calor. Me dió por ponerme a pensar en las combinaciones de autobuses para llegar hasta Oporto a tiempo para mí avión del miércoles... calculé y ví que debía marcharme en el día para allí y pasar la noche en la ciudad portuguesa. Eche huevos al asunto (de buena gana me hubiera quedado allí durmiendo y pasando otro día más en el lugar) y recogí todo, me despedí de Jose y Albel (siento haberos despertado), y me fuí andandico pal pueblo a pillar el bus a Coruña.
En la estación de Coruña comí algo y pillé el bus para Oporto. En la ciudad el bus nos dejó en una plaza, no en una estación. Tuve que preguntar a varia gente, un hombre incluso me acercó en coche a otro sitio mejor comunicado, por dónde llegar hasta una estación de metro. De allí pretendía ir al Hostal Oporto, pero lo que no ponía en la página es que desde dicha estación hasta el Hostal había como dos quilometros! Así que si viajaís a Oporto que sepáis que el metro es tan solo una línea recta que va desde el puerto hasta el interior, hasta el aeropuerto. Para moveros por la ciudad, o bus o taxi. Así que nada... cansado como estaba me monté en un taxi, llegué al hostal, pagué, fuí a mi habitación, me duché y caí rendido después de todo el día de viaje y una semana prácticamente de fiesta. Mis compis de habitación eran: un vasco que empezaba al día siguiente "el camino" por la ruta portuguesa, un portugués que estudiaba música y un personaje extrangero del que nada supe.
Al día siguiente recogí mis trapos, desayuné algo y me fuí a buscar el bus para el centro. Me pasé la mañana dándo vueltas por allí, bebiéndome una Bock (la cerveza más conocida de Portugal) haciendo fotos y viendo alguno de los lugares más emblemáticos. A la hora de comer intenté buscar un lugar típico dónde zampar algún plato regional. Reconocí algunos de los que me contaba Manel, el portugués que conocí en Weimar, pero no encontré nada que mi bolsillo pudiera permitirse. Entré en un barecillo tradicional, me comí una sopa, un filete empanado con su guarnición y me fuí a buscar el metro para el aeropuerto. Y vuelta a casa.
Sin duda una grata experiencia. Sobretodo por las personas a las que he conocido, la música que he escuchado y lo bien que me lo he pasado. No dudéis en ir al festival si os gusta el mundo celta, lo pasaréis en grande y es un lugar bellísimo. Ah! Y felicitaciones si es que os habéis leido todo este peazo de post, a mi me hubiera dado mucha pereza... jajaja!
+ info:
http://www.festivaldeortigueira.com/
1 comentario:
Parece que la semana dio mucho de sí! :))
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