La primera vez que oí hablar de la tortilla de ortigas pensé que me estaban gastando una broma. Bueno en eso influyó la persona que me lo dijo... que de por sí no se le puede hacer mucho caso. Pasaron los años y para mi sopresa volví a oir lo de la tortilla de ortigas, y esta vez no había cachondeo de por medio. Lo siento Pelón, en su día no te tomé enserio y ahora ya me ves... jajaja...
Aprovechando mi visita a casa de Karine, Isma y (desde hace poco más de un mes) el pequeño Udun, nos fuímos a recoger unas ortigas y pusimos a prueba nuestras dotes culinarias.
Recolección: A ver, todos sabemos que las ortigas són urticantes, pero no hace falta exagerar, conozco gente que las coge sin protección alguna (el truco es no tirar hacia arriba), pero nosotros las cogimos sencillamente con unos guantes de jardín. Un buen puñado, y preferiblemente de las que tienen el tallo verde, no de las del tallo lila, que son las más tiernas.
Preparación: Una vez en casa ponemos a hervir una olla con agua y cuando rompa a hervir hechamos las ortigas un minutillo y al sacarlas las sumergimos en un recipiente con agua fría. A partir de entonces ya ha desaparecido el efecto urticante y podemos manejarlas sin guantes ni miedo.
Aunque seguramente se pueda comer el tallo, nos pareció que para la tortilla quedaría mejor sin, así que el siguiente paso fué deshojarlas. Al paladar la textura nos recuerda a la espinaca, el sabor, en cambio, es muy distinto, menos intenso... por lo que se convierte en una alimento muy versátil.
Podemos hacer la tortilla rehogando primero la ortiga en aceite vegetal y pizca de sal, o directamente con los huevos batidos, eso ya al gusto de cada uno.
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